Lo que vemos cambia lo que sabemos. Lo que conocemos cambia lo que vemos.
Jean Piaget
Las tecnologías son consideradas por muchos como el gran diferenciador del siglo XXI por dos razones. Primero, como algunos investigadores resaltan (ej. Lepe et al. 2020), quienes cuentan con acceso a estas tienen la oportunidad de ser competitivos en la vida económica, social, política y cultural del lugar en que residen. Segundo, las tecnologías pueden ser usadas como medio para promover el cambio social toda vez que, a través de funciones especializadas, son capaces de mejorar la habilidad de las personas de actuar según sus expectativas, así como de responder a sus necesidades (Almohamed y Vyas, 2016; Ferrario et al. 2014; Stowell et al. 2018).
No obstante, existe un colectivo a nivel mundial que no cuenta con los recursos (físicos, económicos, educativos, etc.) para solventar sus necesidades de esta índole: los miembros de grupos vulnerables. Entre estos destacan las personas con algún tipo de discapacidad, personas sin hogar, personas sin empleo, miembros de etnias minoritarias, madres solteras, y adultos mayores, entre otros.
Nociones de inclusión digital
Por inclusión se entiende al conjunto de esfuerzos para reducir brechas en una sociedad. Estos tienen lugar dado que, en cualquier lugar, existen personas cuyas circunstancias les impiden llevar un estilo de vida que pueda ser considerado como bueno o aceptable. Algunas de las dificultades a las que se enfrentan este tipo de personas incluyen la falta de empleo, baja escolaridad, discapacidad física o cognitiva, y edad avanzada, entre otras. De ahí que, organizaciones a nivel nacional e internacional aboguen por el desarrollo de iniciativas relacionadas.
La inclusión suele ser abordada en términos de dos factores los cuales están estrechamente vinculados: el acceso a recursos, y las habilidades necesarias para aprovecharlos. Lo anterior dado que sin la presencia de ambos, no puede garantizarse que una brecha haya sido reducida de forma satisfactoria. Por ejemplo, una ciudad puede invertir parte de su presupuesto en la compra de mejores unidades de transporte público; sin embargo, si estas no están adecuadas para ser utilizadas por personas con discapacidad motora, estos últimos no serán beneficiados por dicha adquisición, lo cual dará pie a nuevas brechas.
Por otro lado, se define a la inclusión digital como los esfuerzos realizados para reducir brechas de acceso a las tecnologías, así como a las habilidades necesarias para que sean aprovechadas por todo tipo de usuario. En términos de acceso se considera que una persona está incluida digitalmente si para su uso personal, él o ella cuenta con un dispositivo electrónico (ej. computadora de escritorio, portátil o celular inteligente) y acceso a Internet. En términos de habilidades, se considera que una persona está incluida digitalmente si: (1) sus capacidades psico-motoras están bien desarrolladas, (2) conoce los usos básicos del equipo tecnológico del que dispone, y (3) ha recibido capacitación especial para usar tecnología.
Vulnerabilidad digital
Si bien, en una sociedad existen diferentes tipos de personas que requieren asistencia, no todos la necesitan con la misma urgencia. Una forma de definir el orden en que deben ser atendidos, según Baez y Casati (2018), es llevando a cabo una estimación del grado de vulnerabilidad que sufre cada uno. Por vulnerabilidad se entiende la falta de capacidad (física, cognitiva, emocional, o social), o bien la falta de recursos para satisfacer las propias necesidades, lograr metas, y protegerse a uno mismo de abusos u opresión.
Con base en la información anterior, puede considerarse que una persona tiene una vulnerabilidad digital alta si: (1) no tiene acceso a la tecnología, y (2) no cuenta con las habilidades necesarias para hacer uso de estas. El tipo de personas comúnmente vinculadas a este nivel incluye a personas sin hogar, personas con un nivel escolar bajo, madres solteras, personas con algún tipo de discapacidad física o cognitiva, adultos mayores e indígenas.
Siguiendo esa misma lógica, puede clasificarse como vulnerabilidad digital media a aquellos que: (1) no cuentan con acceso a la tecnología, o bien, (2) no poseen habilidades relacionadas. Por último, puede entenderse por vulnerabilidad digital baja a aquellos individuos que: (1) sí tienen acceso a tecnología, y (2) sí cuentan con las habilidades necesarias para aprovecharlas.
Para contribuir a la mejora de las condiciones tecnológicas de aquellos que forman parte de grupos vulnerables, siguiendo las recomendaciones dadas por Funk et al. (2010) y el Departamento de Salud y Asistencia Social de Reino Unido (DHSC, 2015), se deben crear políticas, estrategias, intervenciones, prácticas y procedimientos vinculados al empoderamiento de los usuarios, así como del desarrollo de sus habilidades digitales. Ejemplo de lo anterior es la compra de infraestructura y equipos para ser usados por los miembros de grupos vulnerables, el diseño y creación de servicios y productos especializados para personas vulnerables, y la impartición de cursos para enseñar a las personas a aprovecharlos.
Bibliografía
Almohamed, A., & Vyas, D. (2016). Vulnerability of Displacement: Challenges for Integrating Refugees and Asylum Seekers in Host Communities. In Proceedings of the 28th Australian Conference on Computer-Human Interaction, OzCHI’16, November 29 - December 02, Launceston, Australia, pp. 125-134. DOI: 10.1145/3010915.3010948
Baez, M. & Casati, F. (2018). Agile Development for Vulnerable Populations. In Proceedings of the 2018 ACM/IEEE 40th International Conference on Software Engineering: Software Engineering in Society, ICSE-SEIS’18, May 27- June 03, Gothenburg, Sweden, pp. 33-36. DOI: 10.1145/3183428.3183439
Department of Health and Social Care (DHSC). (2015). No Secrets: guidance on developing and implementing multi-agency policies and procedures to protect vulnerable adults from abuse. Last visit: May 13, 2021. Online access: https://www.gov.uk/government/publications/no-secrets-guidance-on-protecting-vulnerable-adults-in-care
Ferrario, M.A., Simm, W., Newman, P., Forshaw, S., & Whittle, J. (2014). Software Engineering for Social Good: Integrating Action Research, Participatory Design, and Agile Development. In the Companion Proceedings of the 36th International Conference on Software Engineering, ICSE Companion’14, May 31 - June 07, Hyderabad, India, pp. 520-523. DOI: 10.1145/2591062.2591121
Funk, M., Drew, N., Freeman, M., & Faydi, E.V. (2010). Mental health and development: targeting people with mental health conditions as a vulnerable group. World Health Organization. ISBN: 978-924156394-9
Lepe Salazar, F., Cortés Álvarez, T., Fajardo Flores, S., Santana Mancilla, P. y Castro Quiroa, L. (Coordinadores) (2020). Tecnologías para la Inclusión de Estudiantes con Discapacidad. Colima, México: Universidad de Colima, Dirección General de Publicaciones. ISBN: 978-607-8549-78-8
Stowell, E., Lyson, M.C., Saksono, H., Wurth, R.C., Jimison, H., Pavel, M., & Parker, A.G. (2018). Designing and Evaluating mHealth Interventions for Vulnerable Populations: A Systematic Review. In Proceedings of the 2018 Conference on Human Factors in Computing Systems, CHI’18, April 21-26, Montreal, Canada. DOI: 10.1145/317374.3173589